viernes, 10 de abril de 2020


Para el concurso de Zenda: NUESTROS HÉROES




ESAS HISTORIAS QUE SALEN POR LA TELE

— ¿Pero no me has dicho que quieres un cuento de superhéroes? –protesto, cuando mi hija me interrumpe según empiezo a contarle que a un universitario le picó una araña.
—Ese no me gusta — dice enfurruñada cruzando los brazos sobre su pecho.
Puede, me digo a mí misma, prefiere que la protagonista sea una chica, y vuelvo a intentarlo:
­—Diana de Temiscira — empiezo, era una princesa…
Mi niña me corta de nuevo, al parecer tampoco le interesa Wonder Woman. Mi paciencia hace aguas cuando  compruebo que ni Superman, ni Thor, ni Catwoman pueden ser los protagonistas de mi historia. El intento de adentrarme en el universo Disney, por si no tiene claro el concepto de heroicidad, es recibido con noes. Pruebo a la desesperada con Caperucita. Nada. Con Sherlock Holmes,  y ya puestos, con King Kong,   pero su cabeza sigue negándose a cada una de mis propuestas.
 Y de repente caigo en la cuenta de lo que quiere. Pide un cuento de esos  héroes de los que hablan en la tele a todas horas. Y se me ocurre que quizá sea hora de que conozca otra  historia  que salió en tele, aunque de forma anónima. La nuestra, la de esta cajera de supermercado, y ese transportista, que se conocieron en  una  barca en la que huían de un país donde ella nunca  llegaría a ejercer la medicina que estaba estudiando, ni él se graduaría en la academia de policía en la que había entrado.

jueves, 9 de abril de 2020






CICLO VITAL DE UNA SONRISA

Nace, tímida, entre los chorretes que  el helado de chocolate ha dejado alrededor de su boca, cuando Elena acepta el reto, y comienza a bajar con la bici por la rampa del garaje. Crece deprisa, apuntalada en el recuerdo de lo que le dijo su madre cuando él se cayó  de la suya el domingo:
-No te preocupes Quique, tus paletos de leche no son como los de tu hermana, pronto te saldrán los definitivos.
 Alcanza su esplendor, luciendo su imponente mella, al comprobar que la niña, además de los dientes, pierde  la piel de las rodillas, la de los codos,  las gafas, y un montón de lágrimas.
Cuando el padre descubre  el contenido, íntegro, de la caja de tornillos que creía perdida, diseminado a lo largo de la pendiente que conduce al garaje, la sonrisa se extingue de la cara del pequeño, que encamina sus pasos al refugio habilitado para estos casos bajo las faldas de la mesa camilla del cuarto de costura.


Para el concurso de Zenda: NUESTROS HÉROES ESAS HISTORIAS QUE SALEN POR LA TELE — ¿Pero no me has dicho que quieres un cu...